En la actualidad existe un gran desafío en las organizaciones de todo tipo, públicas, privadas o del tercer sector, por lograr comunicar su identidad a sus públicos objetivos de forma sistemática y planificada con el fin de lograr sus objetivos organizacionales.
Dentro de la organización existen procesos complejos que se llevan a cabo para lograr que todas las partes de la organización se encuentren alineadas con los objetivos estratégicos planteados por la dirección de la misma. Dar cuenta de ellos e intervenir desde la comunicación interna permite planificar de qué forma los colaboradores de la organización ayudarán en el camino de éxito organizacional.
Ser conocida en sus públicos objetivos y que luego, ellos elijan a la organización es tarea del posicionamiento que debe responder a una planificación estratégica, sostenida en el tiempo y que incluya todos los aspectos de la comunicación en una organización.
Cada paso, cada reacción, cada decisión deben formar parte de una estrategia claramente aprendida. Caso contrario, sólo será posible decidir lo más obvio, sin estar seguros de que realmente va a resultar provechoso. Eso es algo especialmente importante dado el acelerado ritmo del mundo actual.
Es muy común en estos días ver, o escuchar diferentes recetas sobre las “claves del éxito”. El “fracaso” en nuestra cultura es como un mal que todos queremos evitar. Sin embargo, me parece útil realizar una enorme distinción entre “fracasar” y otro concepto distinto: “fallar”. Entiendo “fracasar” como rendirse, para mí es un concepto de mediano o largo plazo. En cambio fallar es para mí una consecuencia inevitable, y por cierto necesaria para el aprendizaje. Creo que lo común es fallar, pero si continuamos y persistimos, y además somos flexibles para corregir nuestras estrategias, el éxito es inevitable, debido a una razón muy simple, casi indiscutible, la única forma de fracasar es rendirse.
Las organizaciones, emprendimientos, organizaciones públicas o privadas y las denominadas del tercer sector son creaciones humanas, ninguna estrategia puede resultar exitosa, si nos rendimos frente a las dificultades, es necesario mantener la mirada en el objetivo, y estar dispuestos a equivocarnos y aprender de los errores frente a las dificultades, el mundo es abundante y está lleno de oportunidades para todos aquellos espíritus dispuestos a correr riesgos por alcanzar sus sueños.
La estrategia empieza con un objetivo para un futuro lejano y trabaja retrocediendo hasta el presente.
Una ORGANIZACIÓN logra la competitividad estratégica cuando tiene éxito en formular e implementar una estrategia que crea valor. Una estrategia es un conjunto de compromisos y acciones, integrados y coordinados, diseñados para explotar las competencias centrales y lograr una ventaja competitiva.
Una organización goza de una ventaja competitiva cuando implementa una estrategia que sus competidores no pueden copiar o cuya imitación les resultaría demasiado costosa. (Michael A. Hitt, R. Duane Ireland, Robert E. Hoskisson, Administración estratégica, 7a. edición, Cengage Learning™, México 2007. )
Tener una meta y unos objetivos es el primer paso, mantenerlos y no perder el rumbo es el siguiente. Nuestra realidad está repleta de estos ejemplos, miles de emprendimientos y nuevos productos se lanzan al campo de batalla todos los días olvidando la estrategia. (Garry Kasparov, Cómo la vida imita al ajedrez, Londres 2007.)
Cada jugador tiene su propio estilo, su propia manera de resolver los problemas y de tomar decisiones. Una clave para desarrollar estrategias de éxito es ser consciente de las propias fuerzas y debilidades, saber lo que uno hace bien.
En los negocios tampoco existe una única estrategia superior. En las 500 mejores compañías según Fortune, hay directivos arriesgados que coexisten con los conservadores. Ahora puede que el 50 por ciento de las decisiones de un directivo sean idénticos a las de cualquier hombre de negocios competente. Es el otro 50 por ciento, o incluso 10 por ciento más complicado, el que marca la diferencia. Los mejores líderes valoran los desequilibrios concretos y el factor clave de cada situación, y pueden elaborar una estrategia a partir de dicha valoración.
Simon Sinek tiene un modelo simple pero poderoso de liderazgo inspirador; todo se basa en un círculo de oro y la pregunta "¿por qué?" Sus ejemplos incluyen a Apple, Martin Luther King y los hermanos Wright. Y como contraparte, TiVo, que (hasta la reciente victoria legal que triplicó el precio de su acción) parecía estar en dificultades.